Saturday, February 05, 2011

Azotea

La suela de su zapato hizo ruido al resbalar con un poco de arena que había sobre el alféizar. Se agarró con fuerza a una tubería de gas que tenía al lado. Paradójicamente, sintió miedo.

Quién no ha pensado en suicidarse más de una vez. Él no tuvo valor aquella tarde que pasó arañándose el antebrazo con una cuchilla de afeitar, consiguiendo unas marcas poco más profundas que el arañazo de un gato. Tampoco llegó a ingerir uno solo de los somníferos, de aquella caja que tuvo entre sus manos durante horas, una horrible mañana de domingo.

Miró hacia abajo, y la sensación de vacío hizo que se agarrara tanto a la tubería que su mano empezó a sudar. Su gabardina ondeaba ligeramente con la brisa. La temperatura era agradable, de principio de primavera, incluso se notaba algo de calor, para estar apenas en marzo. Se había aflojado la corbata, pero notaba la camisa empapada en sudor.

Cuanto más miraba los coches que recorrían la calle, los peatones que la cruzaban imprudentemente para llegar sanos y salvos a la acera contraria, más pequeños le parecían sus problemas, menos desgraciada le parecía su vida. Al fin y al cabo, todo tiene solución. Y entre sus anteriores intentos y este, había pasado buenos ratos, que habían valido la pena.

Pero era una persona testaruda. Opinaba que las decisiones hay que tomarlas siendo valiente, sin pensarlas en exceso. Así que, súbitamente, se impulsó sobre su pierna izquierda, y saltó.
Con el primer impulso, aún con trayectoria ascendente, antes de empezar a caer, se arrepintió.

El miedo es muy veloz, más que la gravedad. Se dio cuenta de que ésta no era una decisión, era un acto político, filosófico, de lucha, un desgarrador grito contra la vida que le había sido impuesta. Pero no era una decisión para tomar impulsivamente.

Aquel error le costó la vida.

No comments: